Con el fantasma de una nueva recesión económica amenazando al mundo, las empresas necesitan ir tomando medidas para afrontar los efectos de la inflación y de la crisis energética.
El eslabón más débil es el de las pymes, que conforman buena parte del entramado empresarial español y que encaran un final de año complejo y un 2023 con previsiones nada halagüeñas. En comparación con las grandes compañías, tienen dificultades, por ejemplo, para acceder a financiación y su flujo de efectivo puede quedar comprometido.
Uno de los efectos más visibles de la inflación es la reducción del valor real del dinero. Esto puede afectar a las pymes de muchas maneras, principalmente porque sus costes operativos aumentan mientras que los márgenes de beneficio se reducen. Esto hará que, como primera medida, tiendan a incrementar el precio de sus productos/servicios.
Más allá de eso, se deben tomar medidas de mayor recorrido que les permita consolidar rentabilidad de su negocio, también a medio plazo. Y es que las pymes se enfrentan al dilema de aumentar precios o absorber costes más altos. El incremento de los precios puede ayudar a garantizar la rentabilidad. Pero, a medio plazo también podría disminuir la retención de clientes.
Encontrar la solución adecuada no es un camino fácil. Una buena recomendación puede ser analizar la información financiera del negocio y, con los datos en la mano, tomar las decisiones que mejor encajen con el proyecto a medio y largo plazo.
En este sentido, las pymes deberían implementar un sistema ERP o un software de gestión empresarial. Deberían dejar atrás los procesos manuales para realizar tareas cotidianas como la contabilidad, la facturación o el trabajo en almacén.
Para decidir qué procesos automatizar, lo mejor es observar qué tareas son las más repetitivas y no requieren de capacidad intelectual para tomar decisiones. Así, un ERP podría optimizar la planificación de ingresos y la previsión de gastos, ofreciendo una visión general del estado del negocio.
Es fundamental centrarse en la eficiencia y la productividad y agilizar y automatizar procesos, pero también optimizar la gestión de la facturación y ajustar inventarios.
Un software ERP ayuda a ofrecer diferentes formas de pago y mejorar procesos como la renegociación de las condiciones de pago con clientes, la emisión de facturas, el seguimiento de cobros y pagos o la identificación de pagos atrasados.
Para mantenerse un paso por delante de la inflación, se pueden acumular existencias antes de que los proveedores encarezcan los precios. Tener un software de gestión evitar gastar las reservas de efectivo durante el acopio de existencias, prestando atención al flujo de caja.